Editorial
La “carrera” diplomática en su peor momento
http://www.paginasiete.bo/2012-10-07/Opinion/NoticiaPrincipal/16Opi00107-10-12-P720121007DOM.aspx
- 06/10/2012
La historia de la carrera diplomática boliviana ha tenido, en general, más sinsabores y desaciertos que éxitos, en casi todos los campos de las relaciones exteriores bilaterales y multilaterales. La mayor parte de las pérdidas territoriales y de los desventajosos acuerdos y tratados que ha firmado el país, han sido producto de la improvisación y los malos manejos de nuestros representantes diplomáticos.Desde el nacimiento mismo de Bolivia como república la representación exterior del país fue encargada a intelectuales o a personalidades allegadas al poder político, no siempre con las más ideales credenciales profesionales. Desde 1884, cuando se creó el Ministerio de Relaciones Exteriores, se comenzó a formar, no una carrera, pero sí un grupo dedicado al estudio del tema internacional. Así, tres años más tarde, se registró la primera propuesta de la Organización del Servicio Diplomático y con ello el denominado primer Escalafón Diplomático. A pesar de este esfuerzo, la historia de las dos guerras, la pérdida del litoral y un largo etcétera de aciagos acuerdos no son más que el reflejo de una ausencia de profesionalismo en el área diplomática.
En los tiempos democráticos que vivimos (Bolivia está a punto de celebrar 30 años de democracia), los esfuerzos por conformar un cuerpo profesional diplomático han sido notables, aunque en la mayoría de los casos éstos han sucumbido ante la presión política de casi todos los gobiernos.
Desde 1975, fecha de creación de la Academia Diplomática de Bolivia, se comenzó a conformar una carrera, la misma que encontró asidero legal en la Ley del Servicio Exterior 1444, promulgada por el Gobierno de Jaime Paz Zamora en 1993. Con la Academia en funcionamiento, se comenzó a estructurar una carrera y, desde entonces, en casi todos los gobiernos hubo, cuando menos, un respeto parcial por los funcionarios especializados. Nunca, ni en las más duras dictaduras de los 70 y 80, se diezmó al servicio diplomático como ocurre bajo la gestión del presidente Evo Morales y del canciller David Choquehuanca. Siempre se respetó un espacio para los funcionarios de carrera, que solía fluctuar entre un 30 y 40% del personal. Hoy, el servicio central del Ministerio de Relaciones Exteriores, según planillas oficiales, muestra apenas un 6% de diplomáticos de carrera trabajando, la mayoría de ellos en puestos de escasa relevancia.
El nuevo embajador de Bolivia en Italia, Antolín Ayaviri, un boliviano residente en el país donde ejercerá sus funciones, no presenta ningún antecedente que lo vincule al servicio exterior. Su primera tarea será mejorar la imagen que dejó su antecesor, quien salió en medio de un escándalo público, acusaciones de acoso sexual e incomprensibles peleas con su personal, que reflejan contundentemente el bajo nivel de los nombramientos diplomáticos. Éste, sin embargo, no es el único caso; la vergüenza es mayor con representantes que solicitan asistencia estatal -como en sucedió en Washington-, afectando la imagen de Bolivia.
¿Y la gestión? Absolutamente mediocre. Por una parte desde el Ejecutivo se advierte, permanentemente, una inentendible tendencia a entorpecer las relaciones bilaterales con declaraciones estridentes. Esta conducta ha llevado a afectar las relaciones bilaterales con importantes países como Paraguay, Brasil y Estados Unidos; incluso la relación con Chile es harto criticable, pues la guerra de declaraciones lo único que hace es alejar la posibilidad de un arreglo en el tema central, pero también postergar indefinidamente la solución de otros importantes asuntos pendientes con ese país.
Lo preocupante es que nuestras embajadas tampoco hacen mucho para recomponer los efectos de algunos exabruptos, porque el servicio diplomático no sólo que no cuenta con embajadores de carrera, sino que tampoco hay un apoyo de funcionarios de carrera en los mandos medios de las misiones diplomáticas de Bolivia, como ocurría antes hasta en los más duros regímenes.
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