domingo, 14 de octubre de 2012

La corrupción es feroz cuando hay concentración de poder”

 Según Fernández, el MAS busca el total control del poder para cumplir sus “metas de cambio”.

El ex canciller Gustavo Fernández evaluó 30 años de democracia

 Página Siete/ La Paz - 13/10/2012

Fotos Fredd Ramos / Página Siete
Fotos Fredd Ramos / Página Siete
De izquierda a derecha: Javier Viscarra, editor de opinión; Gustavo Fernández y Raúl Peñaranda, director de Página Siete.
Al cumplirse 30 años de democracia en Bolivia, Página Siete dialogó con uno de los importantes actores de ese proceso, el abogado y político Gustavo Fernández. La conversación permitió realizar una evaluación de la historia contemporánea de la democracia (en recuadro), un análisis de la situación actual, la perspectiva de los partidos políticos y el papel del MAS.

-Página Siete.- ¿Cómo se puede conceptuar el rol de Hernán Siles Zuazo, el primer presidente de este proceso, en la construcción de la democracia?

-El gran aporte del doctor Siles Zuazo, además de su gesto heroico de renunciar un año antes del fin de su mandato por la preservación de la democracia, fue el de haber incorporado a los movimientos populares en el proceso democrático, porque en esos primeros años de la democracia parecía haber sólo dos opciones; la primera, una opción militar de derecha para conservar el poder en una alianza con los sectores más conservadores de la sociedad; y la otra, que estaba marcada por quienes veían en esa crisis el momento oportuno para dar el salto revolucionario.

Siles logró incorporar a todas las fuerzas de la UDP en la lógica de la “legitimidad del principio democrático”: ahí están el salto del MIR, que pasó de la lucha armada al entronque revolucionario, del mismo MNR-I e incluso del PCB. Ya después en el país no se volvió a hablar de la lucha armada.

-Página Siete.- ¿Cómo se puede evaluar el surgimiento del MAS en el proceso democrático?

-Como el proceso que dio origen al ciclo democrático, el actual es también un fenómeno latinoamericano. Es un momento en el que se reafirman las ideas de la presencia del Estado y no del mercado. El rechazo a la economía de mercado es una de las banderas que está firme en la región.

A esas dos banderas, en el caso boliviano, se agregan las reivindicaciones de sectores que se sentían postergados y excluidos. Aunque en verdad no estaban excluidos, al punto que ganaron las elecciones. Lo que sucede es que ellos mismos no habían administrado bien su fuerza anterior. La habían administrado vía otros partidos que perdieron su legitimidad durante la fase denominada “democracia pactada”.

En el caso boliviano se está produciendo un fenómeno que en la perspectiva histórica va a ser importante, que es el de la inclusión social, que se marca en la participación directa de la sociedad en la gestión pública. Pero el hecho que este proceso se dé a costa de la construcción democrática, ésa es su gran limitación. Cuando esta inclusión respete la opinión de todos y respete a todos, en ese momento se habrá terminado de dar el paso a una construcción democrática más fuerte.

-Página Siete.- Usted menciona que este proceso se da “a costa de la democracia”. ¿Cómo se puede entender esta afirmación?

-La democracia probó que no era un obstáculo al cambio profundo. El afirmar que la democracia representativa era un medio de afirmar el poder y el control de los poderosos se desvirtuó en el momento en el que la democracia permitió el cambio profundo. Lo riesgoso es que ese cambio se haga a costa de la democracia.

Ahora, ¿cómo podemos encontrar una forma de conciliar ambos, democracia y cambio profundo? Ello tomará tiempo.

Lo que el Gobierno está haciendo es reproducir el nacionalismo de los años 50 sin percibir que el siglo XXI es distinto. Además, tiene a su favor condiciones extraordinarias a los gobiernos de los 80 y los 90: el gran margen de autonomía financiera y económica que se dispone hoy día garantiza la independencia de gestión política.

-Página Siete.- ¿Usted coincide con la idea de que este periodo de cambio puede quitarle ciertos derechos a un sector de la sociedad y, a la vez, mejorar las condiciones de otros?

-Hay un dato que se está probando hoy en Venezuela, que es el principio de la legitimidad democrática, inclusive en un Gobierno que se dice revolucionario. La legitimidad descansa en la soberanía popular. Es algo que está internalizado en todo el continente.

Ahora, el ejercicio de la democracia tiene diferencias importantes; unos basan su ejercicio en el equilibrio de poderes y en la afirmación de todas las libertades, mientras otros sistemas creen que más importante son los objetivos revolucionarios. Con esta segunda visión se puede dar una concentración absoluta del poder, que produce tarde o temprano una degeneración del sistema.

-Página Siete.- ¿Usted cree que estemos en una etapa como ésa?

-No creo todavía que hayamos llegado a ella.

-Página Siete.- ¿Es decir que es injusto afirmar que el Gobierno es autoritario?

-Es clarísimo que el Gobierno cree que es necesario el control de todos los instrumentos del poder para garantizar el cumplimiento de los objetivos revolucionarios. Lo ponen nítidamente. Y si se le pregunta (al Gobierno) qué escogerían, claramente van a decir los objetivos revolucionarios del proceso de cambio, en vez del equilibrio de poderes.

-Página Siete.- Hay intelectuales, sobre todo asiáticos, que consideran que el crecimiento de un país debe pasar, primero, por una etapa dictatorial que ordene, para luego transitar a una democracia y lograr el desarrollo. ¿Puede generarse un salto de desarrollo en democracia?

-Claro que sí, Brasil es un ejemplo. Ese país se encuentra en una fase de desarrollo y de reducción de la pobreza muy grande, y lo hace respetando la democracia. Hay muchos otros ejemplos.

En la experiencia latinoamericana el poder absoluto corrompe absolutamente. No ha habido excepciones y el caso Pinochet, cuya honestidad se pregonaba en su momento, no lo era realmente. La corrupción es feroz en la concentración del poder y en contrapartida con el ordenamiento económico neoliberal del Gobierno de Pinochet, debe verse la profunda fragmentación de la sociedad chilena, que ha tardado tantos años en superarse. ¿Valía la pena pagar ese precio? Yo creo que no. La democracia es siempre mejor que cualquier dictadura.

-Página Siete.- Cuando usted habla de una de las líneas que pueden seguir algunas democracias, es decir, priorizar principios revolucionarios sobre los derechos y libertades, ¿incluye la eliminación de los partidos políticos como parte de una estrategia?

-Yo no creo que eso sea parte de una estrategia. Es la manifestación de un proceso profundo y estructural que se está dando en todo el mundo. La complejización de la sociedad ha hecho que el ciudadano no necesite de la intermediación del partido para plantear sus demandas, para actuar y conseguir sus demandas. Y la sociedad se ha comenzado a manifestar por fuera de los partidos en todo el mundo. Ahí está el movimiento de los indignados en España, los occupy en Inglaterra y EEUU, la primavera árabe, etc. La sociedad está reclamando un sitio que los partidos ya no pueden ofrecer.

En Bolivia ha ocurrido lo mismo con los movimientos sociales, por un lado, y los cívicos, que representaban a las clases medias, por otro. Los partidos se vieron sobrepasados por esos dos sectores. Y ése es el gran desafío de aquí en adelante, porque partimos del supuesto de que la democracia sin partidos no existía.

Página Siete.- Sin embargo, en Bolivia nunca hemos llegado a tener realmente partidos políticos, pues cuando se muere Banzer, ADN desaparece; cuando sale Jaime Paz del MIR, el partido desaparece, y lo mismo puede pasar hoy con UN, MSM y otros'

-Pero aun más, en el pasado fueron más importantes los factores de poder que los mismos partidos; allí están los barones del estaño, por ejemplo, luego los militares, la COB también, que era más fuerte que todos los partidos de izquierda juntos. Nunca hemos tenido un sistema de partidos políticos.

-Página Siete.- ¿Hoy es importante reconstruir el sistema de partidos políticos?

-Es necesario, porque los partidos tienen lo que los movimientos sociales no pueden dar, que es una visión e interpretación del conjunto nacional. Cada uno de los actores sociales mira las cosas en el ángulo de sus propios intereses. Los partidos deben tener la función de coordinar, armonizar todos esos intereses en función de un interés nacional mayor.

-Página Siete.- ¿Y el MAS está en ese camino?

-El MAS era eso cuando comenzó, hoy día no y cada vez menos. El desgaste hace que ocurra la salida de los indígenas, eso y la lucha de los mineros asalariados muestran que es muy difícil mantener esa coherencia. Y por fuera de esos intereses no estaban representados los de las clases medias urbanas, que han sido las más excluidas en años recientes.

Fernández ofrece un breve punteo sobre los 30 años de la democracia en Bolivia

Según la evaluación de Gustavo Fernández, el proceso por la recuperación de la democracia comenzó en la segunda mitad de la década 70 del siglo pasado, con una resistencia civil contra la dictadura militar de Hugo Banzer. “Allí está la Central Obrera Boliviana, profesionales, universitarios y empresarios; el punto más alto de esa resistencia fue la huelga de las mujeres mineras”, dijo.

“Ese proceso fue puramente boliviano, reforzado por el cambio de orientación en la política norteamericana de los presidentes Nixon a Carter”, señaló el analista.

“La segunda etapa se produjo entre 1977 y 1982, cuando unos siete gobiernos militares y dos civiles constituyen la transición de la dictadura a la democracia”. El periodo siguiente está marcado por la enorme crisis económica –según Fernández–, que comienza con Siles y termina con el Gobierno de Paz Estenssoro. Es también parte de la crisis de las materias primas y la deuda externa.

“En ese momento, que era el Gobierno de Siles, el servicio de la deuda representaba el 55% de las exportaciones anuales, una locura”, recordó Fernández.

Para el ex ministro, la UDP no tenía la coherencia suficiente para hacer una gestión decente ya que coexistían varias tendencias que repercutieron en no poder hallar respuestas a la crisis. En el siguiente Gobierno, ante la hiperinflación y la caída de los precios del estaño, se aplica el Decreto 21060.

Los siguientes dos periodos, de Jaime Paz Zamora y Gonzalo Sánchez de Lozada, son los de la consolidación democrática, según el analista.

¿Cómo se afianzó ese proceso?, se pregunta el ex ministro. Con el concepto de la democracia pactada, dice, pues la concertación política “era esencial en un sistema político fracturado y fragmentado. Ningún partido superaba el 25% o 30% de los votos” y por eso el sistema de alianzas era vital para la estabilidad.

Con lo que no se contó fue con la “perversión de ese proceso de distribución del poder”, que pasó de la “concertación legítima” a un simple “sistema de cuoteo, de la negociación de las pegas” como base del proyecto. Fernández cree que fue en ese momento en que el proceso democrático quedó dañado. Considera que los partidos que participaron de esas “negociaciones por pegas” entendían que el Estado “era suyo” y la sociedad no aguantó aquello, con el corolario del ascenso del MAS.


“Que el proceso (de inclusión) se dé a costa de la construcción democrática, ésa es su gran limitación”.


HOJA DE VIDA


  • Personaje Gustavo Fernández S., abogado.


  • Carrera Fue director de la Junta de Cartagena, director de Coordinación del SELA, director del proyecto UNCTAD/CEPAL/PNUD y consultor de la CAF y el BID.


  • Estado Fue embajador en Brasil, cónsul general en Chile, ministro de Integración en 1978, ministro de la Presidencia entre 1989 y 1993, canciller en tres ocasiones y candidato a la Vicepresidencia en 1989.



  • La democracia probó que no era un obstáculo al cambio profundo.

    Es clarísimo que el Gobierno cree necesario controlar todo el poder para lograr los objetivos revolucionarios.

    Los partidos deben tener la función de coordinar y armonizar todos los intereses en función nacional.

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