viernes, 5 de octubre de 2012

El dilema de la oposición

- 04/10/2012

Lo más probable es que la oposición tenga que enfrentarse en 2014 con Evo Morales, que cuenta con los recursos políticos para validar legalmente una nueva postulación, más allá de la lectura que se pueda hacer de la Constitución. En ese caso, según las encuestas, necesita presentar un candidato único si quiere tener alguna posibilidad de victoria.

Al mismo tiempo, la respuesta actual al MAS es, desde el punto de vista ideológico, tripartita: un partido más liberal, Verdes; uno más socialista, que en algunos aspectos hace oposición al MAS desde la izquierda (el MSM), y un partido de centro, UN.

La existencia del MSM le da unas características particulares al panorama opositor boliviano. Es una fuerza que surge del propio campo evista y cuenta con una relativa importancia política y electoral. Por su origen y sus características ideológicas, el MSM ya ha manifestado que no está interesado en formar un bloque político con Verdes y UN, partidos que, por el contrario, surgen de la resistencia al “proceso de cambio”. La alianza entre estas dos últimas fuerzas es más probable, además, porque tienen un elemento ideológico en común: descartan que “democratización” -sinónimo actual, en los tiempos del posmodernismo, de “revolución”-, concepto en el que el MAS y el MSM descansan su confianza teórica, sea compatible con la democracia liberal, como en cambio sí piensa el MSM.

Sin embargo, en el campo electoral, la ciudadanía percibe mayoritariamente a Juan Del Granado como un líder opositor. Si es así, en su caso, su votación en 2014 provendrá principalmente de los sectores antievistas y, por tanto, su presencia perjudicará las posibilidades de la probable alianza entre Verdes y Unidad Nacional para vencer al MAS.

En suma, el desafío de la oposición puede formularse así: es tripartita ideológicamente, puede llegar a ser bipartita políticamente, pero necesita presentarse como un solo bloque si quiere vencer al oficialismo en las elecciones de 2014.

A esta altura este desafío parece irresoluble. Esto le quita perspectivas electorales nacionales a la oposición, aunque ésta puede avanzar de forma más unitaria y exitosa en los espacios subnacionales y en la construcción, durante la etapa preelectoral, de una nueva alternativa programática y política, que quizá relativice las actuales diferencias principistas.

Está compelida a esto, y por una razón muy simple: si no logra detener electoralmente al MAS, dada la tendencia de este partido a monopolizar el espacio público, y por tanto su indiferencia con respecto al valor democrático del pluralismo político, la oposición corre un riesgo bastante alto de desaparecer, perdida dentro de las fauces de la estrategia gubernamental de “anulación” de élites que sean competitivas a la élite actualmente dominante.

Estrategia que consiste, como sabemos, en la sustitución de “votos por juicios”, la judicialización del conflicto inter-partidario y de las relaciones con la prensa, el “destierro” de los disidentes de las actividades laborales que son financiadas por el Estado y, finalmente, el encarcelamiento de los que no se exilian.

Por esta razón, el dilema opositor, que en otras circunstancias sería un simple juego de politólogos, adquiere en este caso una dimensión trágica.

Fernando Molina es periodista y escritor.

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