lunes, 17 de diciembre de 2012

Nueva clase media: sin vergüenza

http://www.paginasiete.bo/2012-12-17/Opinion/Destacados/11Opi00117-12-12-P720121217LUN.aspx

- 16/12/2012

El jueves 13 sentí bochorno al ver y escuchar la forma en que eran humillados, por parte del Presidente, nuestros embajadores y embajadoras en ambientes de Cancillería. Cual si fueran retrasados mentales les dijo que asistió al evento por invitación del canciller David Choquehuanca para “refrescar la memoria”, porque “no estoy sintiendo la información que tienen que verter nuestros embajadores, no estoy viendo difusión de los resultados (') entonces me pregunto ¿qué está pasando?”.

En un prolongado discurso magisteril, en el que no se refirió a la red de extorsión, les espetó: “Ustedes tienen que expresar el Estado Plurinacional. Olvídense de opiniones personales, no son librepensantes, a uno o dos hemos escuchado por ahí (hablar por su cuenta)”. Nuestro representante en Uruguay, ante la risa desvergonzada de sus congéneres, fue aplazado públicamente porque no supo contestar cuántas cabezas de ganado tenía el país oriental. Para suavizar los latigazos, cual padre compasivo, ante chiquillos malcriados, les recomendó el secretismo: “No se peleen con sus funcionarios, si hay algún problema comuniquen al compañero David, él siempre me comunica ‘en esta embajada hay un problema, ¿qué hacemos?’, me dice. (Entonces hay que ver si) hay que cambiar, llevar a otra embajada a ese compañero. Si hay problemas hay que resolverlo a puertas cerradas”.

Las cámaras de la oficialista Bolivia TV mostraban los apacibles rostros de los zarandeados, entre los que pude advertir el de los otrora, nunca mejor puesto el adverbio, revolucionarios dirigentes del partido comunista, del partido socialista y de derechos femeninos. Viendo tanta ingravidez ideológica, recordé una frase de Martin Luther King que dice: “nadie se nos montará encima si es que no doblamos la espalda”. Por lo tanto, no es al Presidente al que debemos reprocharle sus formas totalitarias y mesiánicas para con los mal pagados embajadores, sino a los que, con actitud de “lebudos con corbata” (una vieja expresión paceña de Paulovich), aceptan que se los trate como los tratan. El error no es del Primer Mandatario, sino de sus mandados que, vaya uno a saber por qué supremos intereses, aceptan que los denigren.

Sin embargo la actitud de los reunidos en ese evento y su talante de subordinación, dan fe de las características que, en este siglo XXI, tiene la nueva clase media: menos democrática, más impredecible y tolerante con el autoritarismo. El Estudio Global sobre el Ascenso Económico Social (2012), refiriéndose a la nueva clase media señala que “se trata de gente que es capaz de transar menores libertades individuales a cambio de prosperidad, apoyan a gobiernos fuertes para tener estabilidad y tienen un comportamiento impredecible en términos de consumo”.

Otro de los rasgos comunes a las élites es la ausencia de autocrítica, pero, cuando se trata de enjuiciar al adversario político, magnifican al extremo sus defectos o errores y no reconocen el aporte de ese otro a la vida pública (Rojas, 2010). En un escenario de (re)robustecimiento estatal, el Estado es un aparato productor y reproductor de clase: la clase de Estado. La diferencia entre un Estado democrático y uno “socialista” (estatista como el que ahora vivimos) es que, mientras en el primero las clases se forman y orientan alrededor del Estado, en el segundo se forman y existen al interior del Estado (Ayo, 2011).

Finalmente, esta nueva clase media es el producto de estos siete años en que los actuales detentadores del poder han cumplido su objetivo de inscribir en la mentalidad de esta clase social “el sello del desprecio y la discriminación, tal como la sufrieron los indígenas. Este proceso de derrumbe de lo que hasta hoy se conoció como la sociedad k’hara tiene un objetivo de poder muy concreto: quitar el alma a la sociedad mestiza y blanca. Ser humillados, infravalorados, maltratados económicamente, quitarles sus referentes sociales y culturales, constituyen las piezas del engranaje del poder para quitarle el sentido de vida a la clase media, su sentido de existencia, haciéndolos manipulables y sin identidad. Desconocer la utilidad de sus servicios, conocimiento y experiencia es la mejor manera de matar su alma” (Apocrifo,2006).

Así dadas las cosas permítanme esta reflexión para nosotros, los clasemedieros: los errores no se niegan, se asumen y, como dijo Napoleón, “es injusto que una generación sea comprometida por la precedente. Hay que encontrar un medio que preserve a las venideras de la avaricia o inhabilidad de las presentes”.

Iván Arias Durán es ciudadano de la República de Bolivia

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