miércoles, 12 de diciembre de 2012

La degeneración del proceso de cambio

http://www.paginasiete.bo/2012-12-12/Opinion/Destacados/15Opi00212-12-12-P720121212MIE.aspx

- 11/12/2012

No es buena consejera la actitud de escupir al cielo jurando transparencia, incorruptibilidad, afirmando ser la reserva moral de la humanidad, pues si al corto tiempo de haber afirmado todo eso, a los pocos meses o años, la realidad demuestra con creces que quien escupió tan alto recibe desde las alturas el golpe de su propio escupitajo, lo recibe en su cabeza, en su conciencia, en su soberbia, expresando que cada una de esas afirmaciones fueron solamente una impostura, un verbo encendido, pero desmedido, exagerado y mentiroso.

Así lo siente la mayoría de los bolivianos que por muchos años oyeron las declamaciones sobre la pureza ética de quienes llegaron al poder afirmando que eliminarían la corrupción, aseverando que serían los portadores del estandarte de la transparencia. Así lo miran los bolivianos, pero claro, en el poder, en quienes detentan el manejo del Ejecutivo o del partido de Gobierno, todavía no hay conciencia de su soberbia y de su impostura.

En lugar de sumergirse en la realidad, en vez de abrir los ojos ante tanto despropósito, el intento es de seguir avanzando al abismo, por eso el faraón desea construir su museo propio, en una Orinoca que cree que en el futuro será un templo sagrado, y desea hacerlo con dinero del Estado; busca construir su propio palacio para decir al mundo que él hace historia, que él cambió Bolivia, y que su tarea ulterior es cambiar el mundo, ya su antojo es creerse la reserva moral de la humanidad. Pero, lamentablemente, la realidad dice todo lo contrario, nos muestra que ésa es una impostura y nos enseña que el poder sigue ciego, no mira el entorno y la autocrítica es una palabra indeseada.

Éstos que emitieron largos discursos postulando ser los erradicadores de la corrupción, expresando ser diferentes y superiores a los neoliberales, con sus actos, con sus conductas, lo que demuestran es que son, en materia de corrupción, peores a todo el pasado inmediato anterior. El intento de construir un poder omnímodo, el deseo de no tener oposición en ninguna parte, ni en el Legislativo, ni en el Órgano Judicial, ni en el Órgano Electoral, ni en los medios de comunicación, ha construido una exagerada discrecionalidad en el manejo del poder que tiene como resultado el crecimiento en espiral de la corrupción y de la extorsión como forma de manejo del poder y del Estado.

Corrupción y extorsión no son dos fenómenos anómalos del proceso de cambio, antes bien, son elementos consustanciales de un manejo del poder que no desea oposición en ninguna parte, que no quiere pesos y contrapesos que son factores normales de cualquier democracia.

Cuando desde las alturas del poder se instruye que se hagan las cosas como sea, no importa violando la ley, incitando a que los abogados del poder le metan nomás, lo que se tiene en las manos es una carta blanca, una instructiva para construir redes de corrupción y de extorsión para favorecer a los dueños del poder. Pero las instructivas han sido más extensas, pues han orientado la acción del Estado a destruir a todos los opositores, a todos los que discrepen del poder. La voz del Estado y del poder usa las leyes de manera instrumental para eliminar al contrario, al enemigo; la ley anticorrupción, la de lucha contra todo tipo de discriminación, la referida a la lucha contra el racismo, lo que han hecho de manera instrumental es amenazar, atemorizar a quien tenga voz propia, diferente a la del poder.

Los poderes extremos, como el caso del Gobierno actual, no sólo meten a la cárcel a los opositores, sino más lejos que eso, lo que buscan es depositar el miedo y el temor en la mente y en la memoria de quienes discrepan. Cuando ese miedo se ha diseminado en todos, en especial en quienes tienen una voz independiente, diferente a la del poder, es que éste va camino a lograr sus objetivos: ser temido y por ello ser intocable, de manera que su victoria total es casi un hecho.

En Bolivia ese poder ha construido el miedo, no hay duda que se teme al poder, pero a la par, lo que se siente es que cada vez más gente, más bolivianos no creen en las imposturas del poder y de sus líderes. Es creciente la cantidad de bolivianos que siente que el proceso de cambio está en plena degeneración, hay miles de bolivianos que se dan cuenta de las imposturas del poder y de sus líderes.

Carlos Toranzo Roca es economista.

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