domingo, 18 de noviembre de 2012

¿Nueva educación o nuevos adjetivos?

http://www.paginasiete.bo/2012-11-18/Opinion/Destacados/18Opi00118-11-12-P720121118DOM.aspx

- 17/11/2012

Cuando Mariano Baptista Gumucio publicó al despuntar los años setenta del siglo pasado su libro La educación como forma de suicidio nacional, no hizo otra cosa que una descarnada radiografía de una realidad desgarradora. Una relectura de esa obra demuestra que las premisas en torno al sistema, el enfoque y especialmente la fosilización de formas de enseñanza ancladas en el siglo XIX, valen a la hora de analizar el mecanismo educativo boliviano de hoy.

La reforma educativa de 1994 adecuadamente orientada en algunos aspectos centrales como la interculturalidad y el bilingüismo, la horizontalidad y la transversalidad, no pudo despegar del todo por un enfoque que enfrentó una actitud negativa de varios sectores de la sociedad y muy especialmente del magisterio. No supo además transmitir con un sentido genuinamente democrático su filosofía.

Como era predecible, el Gobierno “del cambio” arremetió contra esa reforma e inventó un nuevo camino llenando la Ley Avelino Siñani-Elizardo Pérez de un verdadero aguacero de adjetivos: unitaria, pública, universal, democrática, participativa, comunitaria, descolonizadora, liberadora, revolucionaria, intracultural, intercultural, plurilingüe, abierta, humanista, científica, técnica, tecnológica, productiva, territorial, teórica, práctica, crítica y solidaria. Sí, todo junto y así de revuelto.

La pregunta es ¿cómo se digiere ese chairo de adjetivos?

¿Qué ha cambiado en el área rural y en el área urbana de siete años a esta parte? Alguna muy pequeña mejora en infraestructura y el comienzo de la entrega de computadoras a los alumnos, pero una realidad tan dramática como antaño de escuelas precarias o sobresaturadas de alumnos en unas zonas, o inexistentes en otras, niños obligados a pasar clases en condiciones de llanto' pero algo más grave que eso, maestros mal o pésimamente formados, con mínimo dominio académico, serias dificultades en el manejo de la lengua, sea porque no la hablan bien, sea porque carecen de práctica en la enseñanza y los métodos de aplicación didáctica de su propia lengua materna.

La realidad del siglo XXI y los desafíos de comunicación, lenguaje verbal, escrito y visual, las transformaciones en las líneas básicas de aprendizaje, los estímulos a niños y jóvenes radicalmente distintos a los del pasado siglo, no han sido asumidos por los educadores. Los valores, la proyección de una formación en la que la educación ciudadana y la educación democrática en profundidad sean un imperativo, el fin de la memorización y acumulación de información y el principio de una educación para pensar, para comparar, para crear e innovar, la ruptura de prejuicios, el fortalecimiento de la idea igualdad, brillan por su ausencia.

¿Quieren nuestros maestros un cambio? ¿Hay en nuestros sindicatos de educadores un impulso genuino por conseguir una mejor educación? El argumento, lo sabemos, es que no se puede tener una buena educación con malos salarios. Argumento válido parcialmente. No hay un camino paralelo entre una cosa y la otra. Más allá de las frases y las consignas es poco o nada lo que hemos escuchado de los maestros referido a formarse para una educación que esté a la altura del gigantesco desafío que enfrentan. ¿Son acaso la excelencia, la imaginación, la innovación, la actualización, prioridades de nuestros educadores? ¿Se dan cuenta que en el universo de internet, el lenguaje vertiginoso de la comunicación vía redes sociales y la conectividad instantánea en todos los ámbitos, los instrumentos con los que cuentan son equivalentes a jeroglíficos? ¿Pueden manejarse a la misma velocidad mental y en la misma sintonía digital que sus alumnos?

Y a la vez ¿Qué hacemos con la idea de oportunidades iguales para todos? ¿Oportunidades iguales? El acceso a los medios tecnológicos de hoy es prohibitivo por costos y muy limitado por acceso. Nuestro ancho de banda y el costo de comunicación es el peor y el más caro de América Latina. No es un detalle, es una forma de discriminación y de limitación al acceso democrático, a la comunicación y a la educación.

Somos muy descolonizadores, muy revolucionarios y muy liberadores. ¿Se han enterado las niñas y niños de los colegios fiscales del país que lo son? ¿En qué se nota la descolonización, la liberación y la revolución en nuestros colegios públicos? A fin de cuentas los currículos cambian para seguir enseñando lo mismo, de la misma y penosa forma, las ventanas de las aulas están tan rotas como antes y los baños tan hacinados y mal mantenidos como siempre.

El país sigue haciendo de la educación una forma de suicidio, porque confunde mala calidad con democratización. La excelencia no es como creen algunos parlamentarios y muchos maestros, una expresión execrable de las elites, es una condición imprescindible para lograr profesionales competitivos que le sean útiles al país. No es sólo un camino ciego, es una estafa para padres que han luchado toda su vida por educar a sus hijos. Los adjetivos de la nueva Ley no resuelven el problema.

Carlos D. Mesa Gisbert fue presidente de Bolivia. Blog: carlosdmesa.com

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