http://www.paginasiete.bo/2012-11-30/Opinion/Destacados/16Opi00130-11-12-P720121130VIE.aspx
- 29/11/2012
Es cierto -y muy importante- el hecho de que el programa de instalación masiva de gas domiciliario no deja de avanzar; cada vez son más los barrios y las familias que gozan de ese servicio, que por un lado abarata el costo de vida y, por otro lado, simplifica esa misma vida. Y entendemos que no se pueda avanzar todo lo rápido que quisiéramos en la extensión de las redes de gas domiciliario, por lo que sumamos muchos millares las familias que seguimos sometidas al consumo de gas licuado de petróleo o GLP (gas de garrafa) y que debido a esta postergación -cosa inevitable- pagamos consecuencias cada vez más onerosas -cosa que no debiera ser tan inevitable-.Nunca la disponibilidad de gas licuado fue del todo suficiente, y en el pasado hubo momentos en que la carestía del mismo provocaba las clásicas maniobras de acaparamiento y especulación, que en buena parte eran aprovechadas por los revendedores populares (montón de tienditas de barrio que con letrero de “Hay gas” servían de intermediarios). Pero estas maniobras eran esporádicas, y en condiciones normales los revendedores proporcionaban garrafas llenas a un precio ligeramente incrementado (25 bolivianos en vez de 22,50), lo que resultaba práctico para el gran número de familias que no tenían fácil acceso a las agencias de distribución.
Ahora bien, nuestro actual Gobierno -con la mejor intención de acabar con toda especulación- prohibió la distribución minorista y autorizó únicamente la distribución mayorista de GLP, al precio oficial, disponiendo que sólo los camiones distribuidores estaban autorizados a vender gas. Sin embargo ya han pasado años de esta disposición y la situación en que vivimos muchos miles de familias llega a ser con frecuencia angustiosa. Las distribuidoras no son suficientes (y con frecuencia abusan de la paciencia de los usuarios, sometiéndolos a colas absurdas y exasperantes), la producción de GLP tampoco parece ser suficiente (con frecuencia las empresas distribuidoras están simplemente vacías). Y todas aquellas familias por cuyas calles y caminos ni siquiera pasan los camiones de las distribuidoras nos vemos obligadas a comprar GLP de revendedores ilegales que, como corren peligro porque están haciendo algo prohibido, se aprovechan y cobran hasta 30 y 35 bolivianos por garrafa (y eso cuando hay suerte). ¿Qué tal?
Sin embargo, con la paciencia que caracteriza a nuestro sufrido pueblo, seguimos esperando que las autoridades correspondientes o bien resuelvan de una vez la escasez de gas licuado, o bien por lo menos permitan nuevamente su distribución por parte de minoristas autorizados (y por tanto a 25 bolivianos). Pero en lugar de eso ahora nos anuncian que empezaremos a ¡exportar gas licuado de petróleo! Y no nos explican qué consecuencias tendrá esta política en las familias que seguimos condenadas a utilizarlo. ¿Será que milagrosamente ahora en vez de faltar GLP nos empezará a sobrar? ¿Será que se van a multiplicar las distribuidoras en todos los municipios y subalcaldías? ¿O será que simplemente vamos a seguir mendigando GLP a las prepotentes distribuidoras sólo que en condiciones de mucha mayor escasez, todo ello en aras de la exportación?
No se puede entender que después de haber luchado de manera consecuente contra el modelo neoliberal y sus banderas, entre ellas la de “exportar o morir”, ahora aparezcamos dispuestos a morir exportando, aunque los condenados a muerte -muerte combustible, se entiende- seamos una minoría. Tenemos con-ciencia de que hay lugares donde la situación es todavía peor (escasamente tienen leña para cocinar, o taquia), pero no es ningún consuelo.
Por favor, que alguien nos lo explique.
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
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