viernes, 28 de septiembre de 2012

La realidad de las cooperativas

http://www.paginasiete.bo/2012-09-28/Opinion/Destacados/16Opi00128-09-12-P720120928VIE.aspx

- 27/09/2012

El conflicto entre mineros cooperativistas y asalariados sigue, y tiende a empeorar. Y justo en mitad del conflicto aparece el enorme movimiento cooperativo de todo el país dando su apoyo a las cooperativas mineras.

A primera vista están en su derecho, pero pregunto a toda la ciudadanía: ¿quién es el movimiento cooperativo? ¿Acaso no somos todas las socias y socios de las innumerables cooperativas que hay en el país? ¿Alguien ha sido consultado o consultada por la o las cooperativas a que pertenece sobre la pertinencia de ese apoyo? A mí mi cooperativa de teléfonos no me consultó (como nunca me consultó para ninguna decisión importante), y no sé de nadie que haya recibido ni consulta ni información.

Sin embargo, somos muchos cientos de miles las personas que pertenecemos a diferentes cooperativas, ya sean de servicios, productivas o de ahorro y crédito, y que ahora sin saberlo resulta que estamos apoyando los bloqueos y amenazas de las cooperativas mineras.

Este hecho nos sirve para entender la profunda realidad del movimiento cooperativo, y de cada una de sus “cooperativas”, y es que en general -con alguna excepción que casi nadie conoce- han adulterado su esencia, que en su origen era profundamente democrática. Fue la primera formulación de lo que ahora llamamos empresa social comunitaria, pero con el tiempo se ha reducido a una careta que más bien encubre su funcionamiento real.

Fue Jerjes Justiniano -nuestro actual embajador en Brasil- el que en su momento escribió desde Santa Cruz: “Las cooperativas no son democráticas, son corporaciones, están cooptadas por las logias' Eligen delegados para que elijan a otros y éstos a su vez eligen a otros y arriba eligen directorio...” (y pone ejemplos que ahora no vienen al caso).

A lo que comentó Soledad Antelo: Así nomás funciona el mecanismo “democrático” de nuestras cooperativas que nacieron de las entrañas mismas del pueblo camba. Su historia se remonta a los tiempos en los que el centralismo sólo concebía al país como un campamento minero; el Estado no llegaba y tuvo que ser el pueblo organizado el que procurara sus propias soluciones'

Para movilizar y canalizar esa formidable energía, los pioneros que las impulsaron acompañaron este emprendimiento con aquellos valores cooperativos generales reconocidos: la ayuda mutua, la democracia, la igualdad, la equidad y la solidaridad; principios que también guardan consonancia con el autocontrol. Pero con el tiempo surgieron los grupos de poder que también se institucionalizaron... se repartieron la cosa pública y sentaron sus reales en este esfuerzo popular. Hecha la ley, hecha la trampa, supieron crear mecanismos de autoprotección que, bajo el manto de la legalidad y los estatutos, encubrieron un verdadero atraco al esfuerzo ciudadano.

Eso mismo es lo que está en juego con las cooperativas mineras a las que el movimiento cooperativo -lógicamente- apoya. No negamos las realistas consideraciones que ha publicado Coco Pinelo, no podemos ignorar la importancia económica y hasta demográfica de las cooperativas mineras. Pero tenemos que cuestionar esta forma de proceder, que en el caso de las cooperativas mineras se agrava con el uso del chantaje bloqueador y del dinamitazo.

Pero además, querido Coco, tengamos cuidado con ese tipo de argumentación, porque si se trata de número de personas activas, y de la generación bruta de riqueza -al margen de normas tan importantes como el Código del Trabajo y la Ley de Medio Ambiente-, puede resultar que la pichicata genere más riqueza y ocupe a más gente que la propia minería (con la ventaja adicional de no nos andan bloqueando los caminos). Lo que hay que analizar es si tanto una como otra son compatibles con el Vivir Bien, que es a lo que supuestamente aspiramos. ¿O ya no?



Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.

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