Susana Seleme Antelo
De príncipes y principitos
Hay príncipes que se conforman con ser temidos y por
eso persiguen, reprimen y hasta matan a sus opositores sentenciaba,
Nicolás Maquiavelo en “El Príncipe” -1513- tratado de teoría política
para la Italia de su tiempo, vigente hasta hoy.
Ese Príncipe, “Si es necesario, ha de ser cruel para
ser eficaz; ha de ser más bien temido que amado. Si es necesario, el
príncipe puede quebrantar la palabra y los tratados, cuando sea útil.
Debe aparentar mansedumbre, fidelidad y piedad. Lo mejor es tener un
ánimo dispuesto a girar según los vientos y variaciones de la fortuna”.
Medio siglo después, las ideas contenidas en El
Príncipe siguen vivas, pues es un compendio de realismo y pragmatismo
político: la acción política no se puede basar en lo que debería ser,
sino en lo que es, en lo real y efectivo. “Me ha parecido más
conveniente buscar la efectiva verdad de las cosas, que no la
imaginación de ellas”, decía Maquiavelo.
Hay otros Príncipes que además de ser temidos,
quieren ser amados, lo que exige mayor trabajo de seducción, de práctica
basada en la prebenda, el regalo o la dádiva interesada para tener
satisfechos y sumisos a los adherentes. Esa labor que tiene tantos años
de vida como la historia de las luchas por el poder, requiere hoy una
permanente labor de propaganda política y lavado de cerebro colectivo.
Para ser amados, ya sea el Príncipe del que hablaba Maquiavelo, el
‘príncipe moderno’ o el líder político, se necesita casi siempre, una
cualidad carismática, seductora, basada en un magnetismo político
emocional no racional que ejerce el líder sobre la masa. El carisma se
adereza con manipulación de conciencias y promesas de ‘vivir bien’ sobre
la base de una demagogia populista, que cubren con un velo cuasi
impenetrable la realidad.
El presidente Evo Morales calza perfectamente en esos
prototipos de príncipes. 500 años después, lo llamaría ‘principito’,
con minúscula y sin relación alguna con el excelso “Principito” de Saint
Exupery. Morales responde a ese tipo de líderes y caudillos
autoritarios, autócratas, demagogos, populistas con impulsos
totalitarios, que ejercitan como política de Estado el castigo
ejemplarizador real o simbólico, o no respetan tratados, como el firmado
con Chile en 1904, tras la Guerra del Pacífico.
Esas connotaciones personales de Morales y algunos de
sus conmilitones explican al tortuoso caso de terrorismo-separatismo*
inventado contra Santa Cruz y su gente, en abierta violación al derecho a
pensar diferente: frente al centralismo sin concesiones, aquí se exigía
autonomía. Se trata de un proceso cuajado de infamia, espurios
testimonios, manipulación y sembrado de falsas pruebas. Su objetivo:
“quitarle al alma a los k´haras” cruceños -blancos, mestizos, clases
medias y empresariales- diría el ‘Vice’, para “destruirlos, minar su
autoestima, humillarlos, infravalorarlos, maltratarlos económicamente,
apropiarse de sus bienes y quitarles sus referentes socio-culturales”.
El fiscal Sosa en su laberinto
El que a hierro mata, a hierro muere, dicen, y esa es
la primera conclusión que se extrae de la grabación presentada por la
senadora de la oposición, Carmen Eva González, donde se oye una
conversación de alto voltaje político: el fiscal Marcelo Sosa desgrana
los nombres de los estrategas del complot terrorista contra la
dirigencia cívico-política autonomista de Santa Cruz.
Nombra al presidente Evo Morales, al ‘Vice’, al
invisible hermano del ‘Vice’, a ministros, viceministros, abogados,
jueces y fiscales sumisos al poder político, además de inescrupulosos
extorsionadores. La gravedad de lo dicho por Sosa no admite dudas: “Se
cae este caso y se cae Evo”.
Se trata del ‘caso Rozsa’ y no es para menos, pues el
operativo en el Hotel Las Américas, el 16 de abril de 2009, fue una
ejecución extrajudicial llevada a cabo por un comando de elite
encubierto de la policía, que dejó tres ajusticiados del grupo de
Eduardo Rozsa, incluido él mismo, aventurero húngaro-boliviano
infiltrado por el gobierno en las filas autonomistas.
Solo la ausencia de Morales –de duelo en Caracas por
la muerte de su mentor Hugo Chávez- impidió que se diera curso a la
orden de aprensión en contra de Sosa, dictada por el ministro Carlos
Romero, pero rechazada por el ‘Vice’ García Linera y la ministra Nardi
Suxo, según trascendidos de Palacio de Gobierno. Más temprano que tarde,
el fiscal General del Estado, Ramiro Guerrero, afirmó que “No
corresponde hacer ninguna suspensión ni separación por ahora” y ratificó
que Marcelo Soza continuará al frente del ‘caso’ que se encuentra en
pleno juicio, mientras se realicen las investigaciones a la grabación de
marras.
El fiscal Sosa, por su parte, niega el contenido de
la misma, pero no niega que sea su voz. Quizás ya sabe que hay pericias
que la confirman. Así queda comprobado lo que las 39 víctimas, sus
familias y amigos, supimos desde un principio: ‘el caso Rozsa’ es un
impúdico juicio político con carátula judicial de terrorismo, que solo
practicaron los hombres del gobierno.
Hoy se sabe que quien colocó la bomba en la casa del
Cardenal Julio Terrazas, que da origen al juicio de terrorismo, fue
“Luis Clavijo, un agente del Ministerio de Gobierno que se encontraba
infiltrado en el grupo de Rozsa, junto al capitán Walter Andrade”, según
afirma el ex testigo clave, Ignacio Villa Vargas, el Viejo. Ellos son
también son los autores materiales del sumario asesinato a Rozsa y dos
miembros de su equipo.
A pesar de tanto esfuerzo, no han logrado ‘robarles
alma’: han resistido con paciencia de Job las violaciones a sus DDHH,
porque se saben inocentes y víctimas de un juicio político a todas luces
que los priva hace cuatro años de libertad, les impone el extrañamiento
de su tierra, desde el exilio; la negación a la presunción de
inocencia, al juez natural, entre otras injurias. Algunos empresarios sí
se han dejado robar ‘parte’ de su alma por pragmáticos intereses
económicos.
El ahora acusado fiscal Sosa dice que aquella
grabación es una conspiración en su contra y actúa como fiera herida,
abre juicio contra la senadora denunciante, y llama ‘sinvergüenzas’ a
los imputados a quienes atribuye la supuesta conspiración. Sin embargo, a
ellos les niega el derecho a un juicio justo y trasparente.
A casi 4 años de iniciado, el caso Rozsa-Sosa hace
aguas y el gobierno se hunde en el laberinto del fiscal Sosa, que es su
propio laberinto, porque “La verdad se corrompe o con la mentira o con
el silencio", como ya dijera Cicerón, hace más un milenio, ya sea por
gestión de emperadores, príncipes o caudillos.
*En la audiencia conclusiva del caso, trasladado a
Santa Cruz, después de estar itinerante casi cuatro años, el periodista
Roberto Navia (www.eldia.com.bo. 03.8.13) relata algunos pormenores de
ella, antes de que se suspenda por otros 10 días. Los Abogados
defensores de los 39 imputados pidieron al juez paceño Sixto Fernández
terminar con el período de incidentes y excepciones y abrir de una vez
el juicio oral “para demostrar que el supuesto caso terrorismo fue un
montaje para neutralizar y perseguir a los líderes opositores de Santa
Cruz. A Eduardo Rózsa lo trajo a Bolivia un venezolano de apellido
Osorio que le pagó los pasajes desde Europa con la finalidad de hacer
pisar el palito a algunos ingenuos”, dijo el jurista Otto Ritter y
agregó que tiene pruebas. “Quien organizó todo fue el actual
vicepresidente Álvaro García por medio de su hermano Raúl” afirmó.
“Rózsa empezó a extorsionar a algunos cruceños, añadió, asegurando que
organizaría un ejército para defender Santa Cruz y cuando el Gobierno
vio que el caso se le estaba yendo de las manos mandó matar al cabecilla
de la supuesta red subversiva, en el hotel Las Américas”.
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