jueves, 10 de enero de 2013

Democracia de bagatela

http://www.paginasiete.bo/2013-01-10/Opinion/Destacados/17Opi00210-01-13-P720130110JUE.aspx

- 09/01/2013

¿Dónde se puede colocar la democracia que habita la boca y las mentes de los jerarcas masistas? Si atendemos a las maravillosas virtudes que esos personajes asignan al proceso de cambio iniciado en 2006, tendríamos que ocupar los primeros puestos en cualquier ranking de democracia elaborado en función de su desarrollo, su calidad o el conjunto de derechos y garantías que caracterizan a esta forma de gobierno y de vida.

Es que no es posible medir tal maravilla con instrumentos convencionales, dicen los intelectuales orgánicos del Movimiento Al Socialismo (los que todavía le apoyan). Algunos, los más recalcitrantes sostienen que se trataría de una experiencia inédita que rompe esquemas tradicionales y se constituye en una especie de modelo para los pueblos del mundo. Para los pueblos explotados por el pérfido imperialismo norteamericano, podría decir Evo, redondeando la idea y en su habitual tono aguerrido que ratifica su postura ideológica: a la izquierda de la izquierda.

Pero bueno, es preciso admitir que la tenencia del poder político permite el ejercicio de muchas licencias, desde los disparates ideológicos que cotidianamente escuchamos de los portavoces del oficialismo, hasta aquellas situaciones que de verdad dañan no sólo la democracia, sino también los derechos y libertades de las personas.

Ya en el terreno de la realidad, el Índice de Desarrollo Democrático (IDD-Lat) ubica la democracia boliviana, desde 2006, en los últimos seis puestos con un promedio de 3,13 sobre 10, es decir, viene a ser, de acuerdo con los indicadores empleados, una “democracia de desarrollo mínimo”.

La revista especializada The Economist sostiene que Bolivia es una “democracia híbrida”, una categoría por debajo de las “democracias plenas” y las “democracias imperfectas”, sólo por encima de los “regímenes autoritarios” en los que no existe democracia. Nos acompañan en este incómodo sitial, Venezuela, Ecuador y Nicaragua. El informe de Latinbarómetro para 2012, a pesar que utiliza una metodología compleja -muy criticada a nivel regional-, sitúa a la democracia boliviana entre las seis últimas de la región con un promedio de 12 sobre 100.

El informe del Global Democracy 2012 sostiene que Bolivia tiene una calidad democrática regular, en una escala conformada por democracias “top”, de “muy alta calidad”, de “alta calidad”, “regulares”, “bajas” y “muy bajas”. Es decir, un sitio bastante modesto. Finalmente, la Democracy Ranking Association establece que la democracia boliviana ocupa el puesto 64 entre 100 que fueron medidas.

De regular para abajo ubican observadores externos a la democracia boliviana en pleno proceso de cambio. Obviamente e invocando un lugar común, no podría desmerecerse la inclusión y/o visibilidad en la vida política del país de poblaciones indígenas secularmente marginadas.

Pero, ¿es éste realmente un logro consistente? El conflicto del TIPNIS y el trato que dispensa el Gobierno de Morales a los pueblos indígenas de tierras bajas hacen añicos esa idea que pudo devenir, con mayor vocación democrática oficialista, en una magnífica muestra de las supuestas virtudes de la denominada “revolución democrática y cultural”.

Entonces, ¿qué tenemos realmente? Al parecer muchísimo menos de lo que la propaganda oficialista difunde a los cuatro vientos. Algo de poca monta, pequeño en los términos que la democracia exige. Básicamente una bagatela que no alcanza ni siquiera para sostener la idea de “cambio”.

Y es que no podemos simplemente ignorar la incrementada violación de derechos humanos y garantías ciudadanas desde 2006. Tampoco la masiva concentración de poder en manos de unos pocos, cuya vocación democrática es muy cuestionable. No se podría explicar de otra forma la organización de la red de extorsionadores, prohijada por el régimen para perseguir implacablemente a la oposición y que consiguió tomar forma como una banda criminal conformada por abogados, apoderados ministeriales, jueces, fiscales y, muy probablemente, autoridades jerárquicas del Gobierno.

Algunos, los más recalcitrantes, sostienen que se trataría de una experiencia inédita que rompe esquemas tradicionales.

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