http://elpais.com/elpais/2014/02/04/opinion/1391543448_098186.html
El Evo Morales que llegó al poder humildemente en
enero del 2006, se ha convertido en un hombre temido hasta por sus propios
colaboradores ocho años después. Aquel indiecito de suéter a rayas chillonas
que se presentó en el invierno madrileño de ese 2006 y que recorrió varias
naciones europeas escapando milagrosamente a morir de una pulmonía, cumplió con
su propósito de provocar lástima. Una lástima que se convirtió en simpatía
cuando describió con su lenguaje tosco cómo en Bolivia ni él ni su madre podían
caminar por las aceras de las ciudades porque eran echados a la calzada por los
hombres blancos. Era casi como escuchar a Mandela.
Pues ese hombre de la chompita rayada ahora usa
una elegante vestimenta con motivos andinos que le dan un aire militar y de su
humildad no queda nada porque ya no la necesita. Gobierna a placer con gesto
imperial. Y mientras el dinero continúe ingresando en las arcas del Estado boliviano,
recibido principalmente de las ventas del gas natural, el gobierno del
Movimiento al Socialismo (MAS) podrá gozar todavía de buena salud. Esto porque
su política distributiva, fundamentalmente basada en bonos para ancianos,
mujeres, niños, estudiantes, resultan ser demasiada tentación como para que no
impacte en una nación tan pobre como Bolivia, donde la lucha contra la miseria
no pasa de ser un eslogan electoral más.
La
popularidad del régimen se sustenta básicamente en un gasto desmesurado que, al
mostrarse como inversión, se convierte en propaganda
La popularidad del régimen se sustenta
básicamente en un gasto desmesurado que al mostrarse como inversión termina
convirtiéndose en su mejor propaganda. Si algo es cierto, es que ninguna de las
anteriores administraciones bolivianas tuvo los recursos que existen hoy. Y no
se trata de que el crecimiento económico en Bolivia se deba a una mayor
producción de materias primas o de bienes, sino que las materias primas, al
haberse multiplicado hasta en cinco o diez veces en la última década, han
enriquecido visiblemente al país.
Con o sin las nacionalizaciones de hidrocarburos
y de otros rubros como la minería, ejecutadas por el MAS, Bolivia hubiera
gozado de bonanza, pero con el peligro de que su economía es fundamentalmente
extractiva y entonces depende de los precios en el mercado internacional y
requiere de fuertes inversiones extranjeras para explorar y explotar sus
yacimientos, lo que no sucede en estos tiempos en que las empresas se quejan de
una falta de ley de inversiones y, por tanto, de inseguridad jurídica.
Evo Morales, a raíz de una interpretación
constitucional muy forzada, respaldada por su amplia mayoría de dos tercios en
la Asamblea Legislativa, está lanzado hacia su tercera elección que muy pocos
dudan que la ganará. Es un golpe a la democracia sin ningún reparo. El régimen
populista boliviano se suma a lo que hizo en su momento Chávez, lo ha hecho
hace poco Ortega en Nicaragua y lo está haciendo Correa en Ecuador. Otros
gobernantes también han deseado ir por esa misma senda tan tentadora pero se
encontraron con una opinión pública contraria o con un voto ciudadano que no
permitió aquellos intentos de perpetuidad en el poder.
El presidente Morales tiene las mejores cartas en
sus manos para triunfar en las elecciones de este año, empezando por el control
del Poder Judicial y del Poder Electoral. La judicatura la tiene enteramente,
desde el momento en que los magistrados fueron inauditamente elegidos por voto
popular, a instancias del gobierno, y aunque venció el voto nulo en las urnas,
se posesionaron los togados que previamente habían sido designados como
candidatos por la Asamblea, es decir nominados de antemano por el MAS. Algo
similar sucede con el Poder Electoral, donde es evidente que existen vocales
que responden al partido de gobierno.
Morales tiene las mejores
cartas en sus manos para triunfar en las elecciones de este año, como del Poder
Judicial y del Poder Electoral
En esos momentos delicados ha llegado a Bolivia,
el Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, invitado por la Fundación Nueva
Democracia. Antes de su arribo a Santa Cruz de la Sierra el gobierno se sintió
amenazado con su visita. Le recordaba, sin duda, la presencia del novelista en
Caracas y en Buenos Aires, donde provocó polémica y produjo encono político con
esos gobiernos. Hubo desafortunadas declaraciones del presidente Morales y del
vicepresidente García Linera contra la figura del escritor peruano. Sin
embargo, Vargas Llosa no entró en controversia y dijo que sólo quería hablar sobre
libertad y cultura, además de su interés en conocer las misiones jesuíticas de
Chiquitos.
Para una oposición dispersa, débil, desmoralizada
ante la avalancha populista, Mario Vargas Llosa fue un bálsamo refrescante,
alentador. Habló ante auditorios colmados y ante la prensa, alertando sobre los
vicios del populismo, del estatismo, de la inseguridad jurídica, de la falta de
inversiones, sobre los peligros de coartar la libertad de expresión y
cualquiera de las libertades. Evo Morales y el gobierno callaron. Por lo menos
no se levantó la polvareda que se esperaba.
Después de seis días en Santa Cruz, el Premio
Nobel se marchó con un conocimiento cabal de lo que ocurre en Bolivia, pero,
además, dejó algunos mensajes que nada tuvieron que ver con la política interna
boliviana, aunque sí con los riesgos de los populismos en boga en América
Latina, destinados, tarde o temprano, al fracaso.
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