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Patricia Alandia
Miércoles, Enero 22, 2014 - 11:01
La pragmática, el análisis crítico del discurso y otras
disciplinas cercanas entre sí se han encargado en los últimos años de develar y
explicar las relaciones entre lenguaje y poder. Parten de la premisa de que los
discursos reflejanlos roles que los sujetos cumplen en la sociedad, y expresan
las relaciones de poder subyacentes.
Así, los discursos, además de comunicar ideas, sirven para
persuadir, convencer, reproducir concepciones, prejuicios, creencias e
ideologías. Por ello, el acceso al discurso público, propio del discurso
político, es una forma de ejercer poder, para la que los políticos se preparan,
buscan asesoramiento, ensayan y desarrollan —con mayor o menor éxito—
estrategias que permitan su objetivo principal: convencer para dominar.
Sin embargo, más allá de toda planificación, los actos de
habla poseen huellas de nuestras intencionalidades reales, de nuestras
convicciones y representaciones, no solo con respecto a temas generales, sino
también a las personas o los grupos humanos con quienes nos relacionamos. Esto
se aplica al discurso político:los
políticos hablan para ocultar o reforzar sus actos, pero, al hablar,
develaninconscientemente lo que son.
Al respecto, nunca antes habíamos tenido un Gobierno tan
verborrágico; su estrategia de campaña
política sostenida obliga a los mandatarios a una exposición cotidiana en la
que el discurso juega un rol central. Y puesto que sus historias son distintas,
sus discursos y sus formas de comunicarse también. Evo Moralessiempre habla
igual, aunque se siente más cómodo dirigiéndose a los colectivos con quienes se
identifica, los que, a su vez,se sienten identificados y representados por él;
en esos espacios se explaya, sin un guion específico, sin un discurso pautado,
mucho menos escrito. Su espontaneidad da paso asus creencias, intuiciones,
incluso prejuicios.
Caso muy distinto es el de García quien, desde que asumió el
poder, ha pasado por un proceso dramático de transformación. El sí planifica,
estudia sus gestos, sus palabras, sus discursos, que ordena registrar,
reproducir y publicar; es una figura que se ha esforzado en construirse.
Consciente de que las masas a las que se dirige no lo reconocen como igual, ha
probado diversas estrategias para lograr su aceptación. Por ello, la retórica
de García no es coherente, está llena de contradicciones, razón que me motiva a
ocuparme de ella, y, por las limitaciones de este espacio, de cuatro de sus
recursos que me han llamado la atención, los que, considero, permiten poner al
descubierto algunos rasgos de su personalidad y de sus valores ideológicos.
En primer lugar, está el insulto, como recursopara referirse
al opositor, al crítico oal disidente. “Cavernícola, ignorante, incapaz,
discriminador, resentido, racista, mentiroso, canalla, lagarto, vago, crápula,
sidoso, dinosaurio” son algunos de los insultos de un listado cada vez más
extenso del repertorio vicepresidencial.
El insulto es una estrategia argumentativa utilizada ya sea de manera
defensiva (por los que carecen de poder) u ofensiva (por los que detentan el
poder); el que detenta el poder insulta con la intención de descalificar
socialmente a quien considera su adversario, pero también para anular una
posible defensa, ya que bloquea toda posibilidad de debate.El insulto, cuando
persigue el refuerzo del poder, se percibe como parte de actitudes prepotentes
y soberbias, aunque, en los hechos, denota debilidad, pérdida de autocontrol e
incapacidad argumentativa.
El segundo recurso es el utilizado en su relación consus
correligionarios, susaliados, las distintas organizaciones sociales.Si bien
toda palabra que circula en el espacio público debe someterse a la exigencia de
la simplicidad, en su caso, va más allá, pues es un conjunto de rasgos de una
forma discursiva que sigue los patrones del lenguaje utilizado por las madres
para dirigirse a sus hijos pequeños. Es simple, enunciativo, altamenteenfático
y repetitivo,saturado de diminutivos, adjetivos calificativos, de gestualidad
excesiva, sobre todo en los movimientos de manos, que tienen por finalidad reforzar
significados, para asegurar la comprensión que considera poco probable en sus
interlocutores.Aunque la intención no es la degradación del destinatario, en
los hechos, tiene ese efecto, pues lo infantiliza, lo disminuye;expresa una
relación jerarquizada, instalada en lo más profundo dela psiquis de García, que
se sitúa en una posición de clara superioridad. Ejemplo paradigmático es la
frase que utilizó para justificar la carretera por medio delTipnis: “… hay
gente que quiere que los habitantes del Tipnis sigan viviendo como animalitos”.
En tercer lugar, está el uso de la tercera persona para
referirse a sí mismo, una forma autorreferencial: “Este Vicepresidente no va
a…”. Este recurso es conocido como despersonalización, y se utiliza cuando se
evita hablar desde la intimidad que supone el uso dela primera persona “yo”; se
interpreta como un mecanismo de distanciamiento, de elusiónde compromisos o
responsabilidades con las acciones que el sujeto lleva a cabo, por eso es tan
común entre autoridades y políticos. Algunos estudios de la semántica cognitiva
lo han identificado como rasgo constitutivo de psicopatías; la psicología, por
su parte, lo asocia con el Trastorno Narcisista de la Personalidad, pero, por
supuesto, no es mi objetivo un análisis psicológico, eso lo dejo a los
especialistas.
Finalmente, está el recurso del halago, que es un acto de
refuerzo de la imagen, tanto del que lo recibe como del que lo realiza. En el
caso de García, podemos constatar que utiliza el halago para, por un lado,
complacer a Evo Morales, pero, por otro, y sobre todo, para mejorar su propia
imagen. Sabe que todo el poder del que goza deriva de Morales, por lo que,
salvo intentos como la celebración ostentosa de su boda, se ha resignado a
magnificarsuimagen, a sabiendas de que es el único elemento de convocatoria
política del MAS. Mediante el halago, se presenta, ante los seguidores de Evo,
como hombre respetuoso, humilde, leal y confiable, pero, además, justifica la
intención de su Gobierno de perpetuarse en el poder.Es la estrategia principal
del populismo, que, más que ideas, maneja sentimientos, construidos en torno de
una figura mesiánica del líder incuestionable. Así, a decir de García, Evo
Morales ha transitado desde la condición de héroe indígena, líder mundial, a
deidad, “el Cristo resucitado”, a quien cada hermano “debe dedicar sus
pensamientos al despertarse e ir a dormir, para que siga alumbrando nuestro
camino”.
Tanto la sociología como las ciencias políticas sugieren que
los políticos que perciben su poder como legítimo devienen líderes más efectivos,
en contraste con los que se perciben como autoridades ilegítimas quienes,
temerosas de perder el poder, optan por acciones desesperadas. Creo que García
sufre esta percepción de sí mismo, por ello, en lugar de mantener el rol de
intelectual sobrio, comprometido con la causa indígena, que es la imagen que
vendió desde su incursión en El Pentágono, ha preferido experimentar los
excesos del discurso populista que, pese a su esforzada construcción de
imagen, lo han alejado de la clase media
sin permitirle conectarse con las sectores populares. El descontrol, la soberbia y la falta de
honestidad intelectual se han apoderado del discurso de García; muchos dirán
que son efectos del poder, yo le creo más a Mujica, quien afirma que el poder
no cambia a las personas, solo revela quiénes verdaderamente son.
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