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- 08/12/2012
Un día escuché de la boca de un dirigente del MAS la siguiente frase: “Ni los socialistas ni los indígenas somos corruptos, en cambio los neoliberales sí”. Quiso decir que la condición ideológica y étnica define al ser honesto o corrupto. Era el tiempo romántico del hoy agotado proceso de cambio. Los hechos demostraron a aquel dirigente fundamentalista que ni la corrupción ni la honestidad son genéticas, sino antiéticas o éticas.¿Cómo detectar a los corruptos antes de que cometan un delito? Muy complejo. Pues así como es fácil ser fiel sin una tentación, es fácil parecer honesto mientras no se presente la ocasión. Por ello la verdadera fidelidad se pone a prueba cuando hay muchas tentaciones y uno tiene la suficiente capacidad axiológica de decir no o cuando te quieren engatusar y recuerdas que amas, y tu corazón y tu razón frenan la libido de tu cuerpo. Lo mismo pasa con el corrupto, a quien se lo conoce cuando pasan por su nariz un fajo de billetes y muerde; y al honesto, a quien pasan por su nariz el mismo fajo de billetes y lo escupe; mientras ambos no tengan una ocasión, no sabremos quién es honesto y quién es corrupto.
Para Sócrates, la persona ética era virtuosa; en cambio, para Aristóteles era equilibrada (el justo medio) y para Savater es el ser excelente. Dadas estas circunstancias, los corruptos son generalmente las personas melosas con el poder y opacas en su conducta diaria. Generalmente son sujetos intrascendentes en su profesión, entonces necesitan el poder para ser algo o alguien. ¿Quién conocía a tal o cual autoridad antes de que sea autoridad? Necesitan un cargo para tener vida pública, pasados sus cinco minutos de gloria vuelve a ser el de siempre: ex (autoridad). Obvio, no sucede en todos los casos.
En el amor y el poder se trata de elegir entre la ética y la corrupción. En ese marco, las personas feas, opacas o viscosas y con pocas virtudes no tienen más opción que ser fieles, no por virtud, sino por defecto, pues no tienen oportunidades para caer en tentación; en cambio las personas guapas, inteligentes, geniales y virtuosas, pese a estar predeterminadas a ser infieles, eligen ser fieles en la libertad del amor; al igual que las personas íntegras, consecuentes con la sociedad y coherentes consigo mismas, eligen la honestidad y rechazan las oportunidades que le plantea la corrupción, en tanto las personas mediocres, arribistas, llunkus no tienen opción de elección y están predestinadas a vivir de la corrupción bajo la sombra del poder. Por ello, la persona íntegra, honesta y fiel a sus ideas en la vida pública es también íntegra, honesta y fiel en su vida privada.
La argumentación anterior intenta explicar la red de extorsionadores que logró penetrar al mismo Palacio de Gobierno, donde funciona el Ministerio de la Presidencia, y al mismísimo aparato de represión del Estado, el Ministerio de Gobierno. Las personas involucradas hasta el momento eligieron vivir bajo la sombra del poder para cometer sus desmanes.
Entonces dirigieron su trabajo a crear miedo y terror. Comprendieron que si no hay miedo hay que crearlo, pues sólo el miedo sostiene al poder y silencia la rebeldía o la denuncia. Cumplieron su tarea al pie de la letra, inventaron juicios, como en el caso del supuesto secuestro del canciller, por instrucción superior. El resto del trabajo lo hicieron apoyados en la agresividad discursiva de los gobernantes, para quienes el imperio es enemigo (ergo, así lo comprendieron sus epígonos, también los que nacieron ahí, como Jacob Ostreicher) y los que critican con fundamento el régimen, también.
En realidad, este grupo de abogados hacía el trabajo sucio del Gobierno del MAS, que se supone estaba informado de los excesos y conocía a las personas afectadas, pero no hizo nada para reparar la injusticia, ¿por qué?
En el amor y en la política, las oportunidades, las virtudes y la escala axiológica de las personas definen la fidelidad u honestidad.
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